¡Viva la anarquía! Flores por la muerte de Ascaso
/El legendario Franscisco Ascaso fue retratado minutos antes de su muerte durante los combates contra tropas fascistas en Barcelona. Prostitutas, milicianos y hampones del barrio chino le rindieron homenaje
La inmensa mayoría no tenían preparación militar real, sino el empeño en una idea y un sueño, puro arrojo sobre los militares golpistas profesionales. Aunque conocían la guerrilla urbana. En las imágenes de los combates en el centro de Barcelona vemos a albañiles y mecánicos, trabajadores de cualquier rama, con sus fusiles tras las barricadas que siembran las calles desde que surgieron los rumores de un levantamiento fascista.
Francisco Ascaso, en una de las fotografías que se conservan, habla sonriendo tras una barricada situada en la Rambla de Santa Mónica. Junto a él, su hermano Joaquín, que se ríe, y otros dos milicianos que observan la línea del horizonte. El de la esquina se parapeta tras el cañón, pero Ascaso parece ajeno al peligro. Habla distendidamente mientras apoya su pierna en una de las ruedas. Hoy sabemos que unos veinte minutos después de tomarse esta fotografía, obra de Agustí Centelles, cayó muerto.
Ascaso, siendo muy joven, había entrado en Los Justicieros y, posteriormente, en Los Solidarios, grupo anarquista de acción directa (donde también estaban Buenaventura Durruti, Juan García Oliver, Ricardo Sanz, Antonio Ortiz y Gregorio Jover) que se oponía con las armas y los atracos a la ofensiva terrorista de la patronal, que contaba con grupos parapoliciales como La Banda Negra, entre otros. Muy pronto se desató la caza al hombre; Ascaso y Durruti marcharon como vagamundos al otro lado del océano, a América Latina, donde continuaron sus actividades ilegalistas. Más tarde, a los nombres de Los Justicieros y Los Solidarios, se le sumó otro, más sencillo y breve pero al mismo tiempo más coherente: Nosotros.
Así que aquel fatídico día, apenas iniciado el golpe, el 20 de julio de 1936, sin saberlo se dirigía a la muerte durante el asalto al cuartel de las Atarazanas de Barcelona, enclave fundamental en la resistencia de los militares sublevados. El investigador José March Fierro, en su extraordinario blog No te quejarás por las flores que te he traído, de quien somos devotos, afirma que el cuartel de los anarquistas estaba muy cerca de allí. Atarazanas estaba a unos pasos del barrio chino, también conocido como Distrito V. Ascaso y los suyos habían convertido un legendario cabaret, La Buena Sombra, en un feudo improvisado desde el que planear la toma del cuartel.
«He visto su cadáver cuando lo recogieron; estaba totalmente acribillado de balas, ¡como un colador! Nadie pudo explicarse su acción. Se adelantó solo, el cuartel estaba aún en poder de las tropas de Franco. Salió solo a enfrentarse a una muerte segura»
Los disparos se suceden, incluidas ráfagas de ametralladoras que acaban con todo a su paso. El escenario tras los choques, una suerte de pandemonium de escombros, coches calcinados y paredes agujereadas, da cuenta de la violencia que sufrió Ascaso. El historiador libertario Abel Paz relata así la carrera a muerte de Ascaso y los suyos: «Para llegar a esa posición hay que abandonar el abrigo y recorrer un trecho que está bajo el fuego de la comandancia de la región militar. Mientras los compañeros deliberan aún sobre la maniobra táctica, una bala roza en el pecho a Durruti. Sus amigos lo envían a un puesto improvisado de socorro; Lola Iturbe, una luchadora de primera hora, lo venda provisionalmente. Entretanto, un comando compuesto por Ascaso, García Oliver, Justo Bueno, Ortiz, Vivancos, Lucio Gómez y Barón inician una carrera con la muerte y zigzaguean desde la barricada hasta los puestos de libros. Estos puestos son las mejores posiciones de partida para empezar un ataque por la calle de Santa Madrona. Allí están bajo una lluvia de balas: ofrecen un buen blanco, tanto desde las torrecillas del cuartel como desde el puesto de la comandancia de la región militar». Émilienne Morin, igualmente, presenció su muerte: «He visto caer a Ascaso, desde el sindicato metalúrgico, en las Ramblas. He visto su cadáver cuando lo recogieron; estaba totalmente acribillado de balas, ¡como un colador! Nadie pudo explicarse su acción. Se adelantó solo, el cuartel estaba aún en poder de las tropas de Franco. Salió solo a enfrentarse a una muerte segura. No sé cómo se le ocurrió. Parecía un suicidio».
Fue justo ahí donde una bala le atravesó el cráneo, muriendo en el acto en plena acción ofensiva de toma del cuartel, donde la lluvia de balas se hizo mayor, lo mismo que las bajas entre los anarquistas. Posiblemente el disparo que acabó con su vida vino del cuartel de Santa Madrona, donde habían apostados numerosos militares.
Tras la batalla Barcelona rindió homenaje a Ascaso con numerosos ramos y coronas de flores que fueron depositadas en el lugar en que se supone que cayó muerto, justo a las puertas de un establecimiento llamado Los Encantes del barrio chino, y que fotografió Pérez de Rosas. Ascaso murió allí mismo, en aquel fascinante Distrito V, el barrio chino donde se daban cita hampones, contrabandistas, espías, apaches y anarquistas.
Sus restos reposan en el cementerio de Montjuic. Ricardo Sanz, antiguo compañero de Ascaso, se lamentaba así: «Su muerte fue el fin del grupo. Nunca nos volvimos a reunir, ni siquiera en el entierro de Ascaso. Y quizás ese fue el error más grande que cometió el grupo; se dispersó, se disolvió, el viento se lo llevó».