Volar el Valle de los Caídos
/El 12 agosto de 1962, un comando anarquista perteneciente a la organización Defensa Interior atentó contra la Basílica. No hubo heridos ni tampoco grandes desperfectos. A este atentado le siguieron otros
Eran solamente siete personas. Los integrantes de Defensa Interior (organización clandestina libertaria surgida en el seno del Movimiento de Liberación Español) debían ser invisibles. Nadie debería saber sus nombres, aunque pronto estos se hicieron conocidos entre la militancia anarquista. Su plan consistía en realizar acciones armadas para denunciar que España, lejos de la imagen de supuesta apertura que el régimen comenzaba a ofrecer al mundo, era eso mismo, una dictadura. Los atentados serían simbólicos, sin víctimas personales, y harían que la opinión pública tratase la falta de libertades, el totalitarismo y la represión del franquismo. En mayo de 1962 se decidió emprender una intensa campaña de acciones violentas. En los meses sucesivos explotarán numerosas bombas en bancos o edificios de la Iglesia, entre muchos otros. El 12 de agosto le llegó el turno al Valle de los Caídos. Francisco Sánchez Ruano, aunque no participó en el atentado, fue condenado de forma ejemplar: 28 años de prisión. Pasó 11 años en la cárcel de Burgos solamente por estar en el lugar y momento equivocados. Enseñaba la cripta en la que están enterrados José Antonio Primo de Rivera y Franco a unos amigos que visitaban España, entre los que estaba una chica que le gustaba. La detonación, que se produjo detrás del altar, lo dejó aturdido, pero corrió hacia fuera de la Basílica, inaugurada tan solo tres años antes, para ponerse a salvo. Fueron detenidos y la policía tomó sus nombres. Lo que vino a continuación fue un calvario: lo llevaron a comisaría y, durante toda una noche, recibió palizas a manos de policías para que confesara un crimen que no había cometido.
«Franco, ni en tu tumba te dejaremos descansar»
Mientras esto sucedía, los autores de la acción, desde París, donde tenían sus pisos clandestinos, publicaron un comunicado que advertía: «Franco, ni en tu tumba te dejaremos descansar». ABC calificó el atentado de «sacrílego y criminal». Fueron semanas muy agitadas. En distintos puntos del estado español detonaron bombas y se idearon planes para matar al dictador. Se estaban acercando: días después, el 19 de agosto, estalló una bomba a la entrada del Palacio de Aiete, en San Sebastián, donde veraneaba Franco. El comunicado advertía: «La próxima vez será la buena». Y ese mismo día, en Madrid, detonaban sendas bombas en la sede de los periódicos Ya y Pueblo. La prensa franquista habló de un «centro de reclutamiento terrorista en Toulouse». Se desató la caza del anarquista. En septiembre detuvieron a los «comunistas» (escribió ABC) y en octubre se realizó un consejo de guerra masivo que fue un perfecto teatro político.
BOMBAS Y TRUENOS
Los GRAPO, en abril de 1999, también hicieron algo parecido. Su bomba afectó a la cúpula y destrozó confesionarios y varios bancos. También el enorme órgano, que quedó inutilizado. El integrante del grupo se hizo pasar por un simple visitante de entre los muchos que lo visitaban. No perseguía causar daños personales, ya que estaba programada para explotar una vez que el lugar estuviese cerrado a las visitas. La acción coincidió con una tormenta: «Un fraile asegura que oyó un ruido muy fuerte, hacia las cuatro de la madrugada. Pero lo confundió con el de un trueno, puesto que a esa hora caía una fuerte tormenta eléctrica», afirmó un portavoz de Patrimonio Nacional a El País. El sismógrafo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, situado bajo la basílica del Valle, grabó la alteración provocada por la explosión. Sin embargo, aunque una persona, que habló en nombre del grupo, llamó a la prensa advirtiendo de la colocación del artefacto, la policía fue al lugar equivocado, a la confluencia de las calle de Alcalá y de Arturo Soria, donde en su momento estuvo situado un monumento a la Cruz de los Caídos. La Fundación Francisco Franco se refirió a lo sucedido como un atentado contra el símbolo de la «reconciliación nacional».
ETA, años más tarde, en 2005 también atacó la Basílica por medio de un explosivo casero formado por varios kilos de nitrato sódico a base de fertilizante. Detonó en el exterior, en una zona ajardinada. El grupo lo reivindicó tiempo después, junto a otras acciones. Al menos ese día, no hubo tormenta alguna, ni truenos.