«Anuncios telegráficos»: el Wallapop, Twitter, Tinder y Grindr de principios del siglo XX
/A principios del siglo XX, los españoles se comunicaban a través de los anuncios por palabras de los diarios y revistas ilustradas. Aunque el medio era tecnológicamente menos avanzado que los móviles o internet, los intereses eran más o menos los mismos que en Wallapop, Tinder, Grindr o Twitter: comprar, vender, sexo y montar lío.
En pleno siglo XXI hay dos cosas que ya han quedado claras: el futuro no será con naves espaciales sobrevolando las ciudades y el ser humano es más básico de lo que cabría pensar. En el fondo, sus/nuestras necesidades siguen siendo las mismas que hace milenios.
Desde que a finales del Neolítico surgiera el comercio, los humanos han intercambiado mercancías, y ya desde mucho antes, compartían sus pensamientos o iniciaban ritos de cortejo, bien con gruñidos, bien por señas. Posteriormente fueron las tablillas de barro, luego los pergaminos, hasta llegar a las actuales aplicaciones como Twitter, Tinder, Grindr o Facebook.
De hecho, ya a principios del siglo XX existían canales que, si bien eran más rudimentarios que esas App, su objetivo era casi el mismo. Se trataba de unos mensajes denominados Anuncios telegráficos que, entre otras publicaciones, aparecían en las páginas finales de Mundo Gráfico.
En el caso de esta revista, los mensajes tenían un coste de dos pesetas cada quince palabras, a las que habría que añadir veinte céntimos por palabra extra. Aquellos que tenían finalidad comercial eran como antecedente de Wallapop, los que buscaban relaciones sentimentales recuerdan a Tinder o Grindr y, todos ellos por su concisión, son puro Twitter.
Los anuncios telegráficos de Mundo Ilustrado se adelantan casi un siglo a los mensajes que actualmente se publican en Wallapop, Tinder, Grindr o Twitter.
Entre los mensajes que se solían publicar estaban los puramente comerciales como:
«Nuevos aparatos gramophone y discos con las canciones de las zarzuelas más populares ha puesto a la venta Ureña. Prim, 1, y los remite franco de porte y embalaje», (coste del anuncio, cuatro pesetas con ochenta céntimos).
«Máquinas de escribir a 150 pesetas, que hacen el servicio de las que cuestan 900, las vende Ureña. Prim, 1. Madrid», (tres pesetas con veinte céntimos).
«Automóviles Henriette. No compréis automóvil sin examinarlos. Los más modernos, sólidos y económicos. Automóviles “Henriette”. Pasaje Mercader, 10. Barcelona», (dos pesetas con ochenta céntimos).
o este otro, que puede resultar llamativo en la actualidad pero que en la época era bastante habitual:
«Catarro, tos, Jarabe de Heroína (benzo-cinámico) del Dr. Madariaga. Agradable e insuperable remedio pectoral», (dos pesetas).
Sin embargo, los que resultan verdaderamente interesantes son los mensajes sentimentales y otros que podrían entrar en la categoría de crípticos. Unos mensajes que no se sabe si son bromas entre los lectores o mensajes cifrados para una conspiración protagonizada por elementos sociales disolventes.
Entre los primeros se encuentran, por ejemplo:
«Flor, cada día que pasa te quiere más tu Bibelot», (dos pesetas).
«Coral, espero no faltarás a la reunión próxima, pues tengo muchas cosas que decirte. Recibí carta última que complaciome en extremo, pues veo no te olvidas de tu K.D.T.», (cinco pesetas con veinte céntimos).
«Sonámbula de nacimiento (con Diploma)», afirmaba uno de los anuncios de una cartomante cuyo coste de publicación fue de tres pesetas con sesenta céntimos.
A pesar de lo meloso de los casos anteriores, en el apartado de los anuncios sentimentales no todos los mensajes que se publicaban eran tan románticos.
Algunos optaban por el reproche celoso:
«Reina, imposible seguir por más tiempo en esta situación. Si es cierto que me quieres, te ruego me lo demuestres dejando de ir al sitio que sabes. Otelo», (cuatro pesetas con sesenta céntimos)
e incluso por el ultimátum:
«Si no aprovechas la última ocasión para verme o escribirme, voy a creer que no quieres nada a tu Viejecita», (tres pesetas).
Tampoco faltaba el que se quejaba de que no consigue contactar con la persona amada, lo que demuestra que, eso de dar el número de teléfono equivocado de forma intencionada, tampoco se inventó ayer:
«Imposible me parece estar sin noticias; te mandé mis señas a dos direcciones distintas. Guitarra», (dos pesetas).
No obstante, los mensajes más extraños son aquellos que parecen manejar un código hermético solo conocido por el que contrata el anuncio y el receptor del mismo. Mensajes como:
«Manolo, ahí va esta charada a ver si das con la solución: la primera repetida, lo hace el tambor, y la segunda, lo hace el cristal al romperse; el todo lo hacéis tú y tus amigos todos los miércoles. Truts», (siete pesetas).
«Poli, verdaderamente encantado sensacional trabajo, felicitote. Eres todo un hombre. En cambio Perropincho en la higuera. Mohamed», (dos pesetas cuarenta céntimos).
«Señora Solange Dalbret. Calle Canuda, 33, 1º, 1ª. Barcelona. Sonámbula de nacimiento (con Diploma). Cartomancia de primer orden. Consultas sobre todas las cosas», (tres pesetas con sesenta céntimos).
o este otro que mezcla el género romántico con el código secreto y que parece escrito por un predecesor de Alan Turing y la criptografía:
«Vi a Hgm2 y no me nospung si supiera que nos queremos tanto, la prohibiría. Ten muchísimo cuidado y no lo des a demostrar, que no tardará mucho tiempo en que sepa Noptxy mis deseos y los tuyos. Adórate con toda el alma, tu Nenito», (tres pesetas con diez céntimos).
Como seguro que se han quedado con ganas de más, aquí tienen unas cuantas decenas de Anuncios telegráficos que, sin lugar a dudas, valen más de lo que costaban.