Chinos del barrio Chino de Barcelona


Fueron los involuntarios «fundadores» del barrio Chino de Barcelona, donde uno de sus más famosos cabarets llevaba nombre chino: Wu-Li-Chang. En los veinte, los chinos se confundían entre prostitutas, marineros y pistoleros

«Viven ahí cerca, en la calle de Guardia, unos, y en la de Montserrat, otros. Los chavales, que juegan a la carteta y a pistoleros y vigilantes, les acompañan hasta la puerta de su casa.

—¡ Chau, chaii, palangueta! ¡Tú comes gato flito!

—¡Fuela, fuela, niño malo!

—¡Tú comes gato flito y bloquil!»

La cita y el diálogo apareció publicado en la revista Crónica en marzo de 1935, un año después de que el barrio Chino, que veía cómo proliferaban sus «ilustres» fundadores se poblaba de chinos, contase con un cabaret con nombre asiático, Wu-Li-Chang, antes conocido por el Ca'l Sagristà y especializada en números de transformismo y espectáculos de variedades. La zona vivía el final de sus días más hermosos. La decadencia se abatía sobre este, los turistas merodeaban sin cesar, pero la calle del Cid, en la zona del barrio del Raval conocida como Barrio Chino, seguía envuelta en un ambiente de penumbra y bajos fondos. Prostitutas y cabareteras se confundían con marineros y pistoleros. La tipografía del interior del local fue diseñada por el dibujante tarragonés Ricard Opisso (que publicó su magnífico trabajo en ¡Cu-cut!, L’Esquella de la Torratxa, El Patufet, el TBO, la Campana de Gràcia, Quatre Gats, Pèl i Ploma o el Diario de Barcelona), imitando la escritura china, y a los clientes se les entregaba un gorrito chino a la entrada.

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Público y actuaciones en el Wu-Li-Chang

Público y actuaciones en el Wu-Li-Chang

Mirko, el artista transformista más célebre del local, durante una de sus actuaciones

Mirko, el artista transformista más célebre del local, durante una de sus actuaciones

El local tenía a un gran competidor apenas unos pocos metros más allá, el legendario cabaret La Criolla. Sin embargo, el cambio de nombre no fue en honor de China, sino algo más caprichoso: la popularidad de la película del mismo nombre, estrenada en 1930 y protagonizada por Ernesto Vilches. Los chinos iban y venían calle arriba y calle abajo con sus mercancías, que vendían en la acera. Vestían traje y portaban maletines con las baratijas y mercancías como abanicos, pipas, collares y dragones de papel, que ellos mismos confeccionaban. Pero alguno, entre los muchos que llegaron sobre todo en los años veinte, incluso llegó a matador de toros: «Murió Sim-Yat-Sen, defraudó Chang-Kai-Sek —cuenta Crónica—. China es un inmenso campo de batalla donde guerrean más de cien millones de hombres. ¿Qué quiere usted? Hay que pelear con los soldados y con los viajantes de comercio. Japón, Inglaterra, Rusia... Estos muchachos hallaron ocasión de huir, y lo hicieron. Unos entraron de contrabando en los Estados Unidos; otros fueron directamente a Marsella, y luego vinieron aquí. Buena gente este Liou, Ling-Si, YiCheng, Chang-Ue-Pe y los otros que recorren España vendiendo quincallería balota y juguetes de papel. Aquí no ha habido más que dos chinos jocundos, de naturaleza delirante. El uno era Fu-Chau-Fa, filósofo hermético, “hijo de la casualidad en la tierra china y único salvador del mundo entero”; el otro, Vicens Hong, matador de novillos-toros».

Vendedores ambulantes chinos en las Ramblas de Barcelona (1931). Fotografía: Josep Maria Segarra

Vendedores ambulantes chinos en las Ramblas de Barcelona (1931). Fotografía: Josep Maria Segarra

Un ciudadano chino señala su lugar de origen a un periodista (1930). Fotografía: Gabriel Casas i Galobardes.

Un ciudadano chino señala su lugar de origen a un periodista (1930). Fotografía: Gabriel Casas i Galobardes.

Un hombe chino vendiendo collares en las Ramblas (circa 1930). Fotografía: Sagarra / Arxiu Nacional de Catalunya

Un hombe chino vendiendo collares en las Ramblas (circa 1930). Fotografía: Sagarra / Arxiu Nacional de Catalunya

Pero todo sucedía de una forma más espontánea. Incluido el nombre de barrio Chino, que fue obra de Francisco Madrid en la revista El Escándalo, donde escribió que «el distrito quinto, como Nueva York, como Buenos Aires, como Moscú, tiene su “barrio chino”». Los periodistas los solían tratar con desdén. El racismo era patente. Sabíamos muy poco de China. Chinos y negros eran casi siempre objetos de estudio, pero tras el misterio se escondían la ignorancia, el estereotipo ofensivo.

«Son chinos de barrio chino, en cuanto se entienda por tal barriada maloliente de callejas sucias y retorcidas, sin aire y sin luz. Los del “China-Town” de Nueva York y los del “Quartier-Chinois de Cormeillfs- en Paris” deben ser de otra manera. Allí es probable que se deslicen sobre las alfombras y ofrezcan pipas de opio en habitaciones saturadas de clima oriental. Aquí son inofensivos. Paran poco en el barrio. Su negocio está fuera, en los pueblos, en las fiestas mayores, en las ferias. Un día de juerga pueblerina en el Panadea representa para el chinito un beneficio de cincuenta pesetas. Claro que esto es solo un día. Luego regresan a Barcelona a manipular el papel y a confeccionar figuras primorosas».

Imatges, 1930. Chinos del barrio Chino fotografiados por Casas i Galobardes

Imatges, 1930. Chinos del barrio Chino fotografiados por Casas i Galobardes

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