«El heavy no es violencia» o cuando los metaleros dijeron «¡Basta!»
/¡Puños arriba! El COHE (Colectivo Heavy Metal) y su campaña «El heavy no es violencia», que inmortalizó la frase, fue la respuesta de Pedro Bruque a la demonización del metal tras el asesinato de un fan durante un concierto de Scorpions
«Un joven resultó muerto y al menos otro herido en el concierto del grupo de rock Scorpions celebrado anoche en el estadio del Rayo Vallecano, en Madrid, según confirmaron fuentes policiales. El fallecido es Miguel Ángel Rojas del Castillo, de 20 años, que murió a causa de una puñalada en el corazón propinada en una pelea reducida, en las gradas centrales, a la altura de la puerta», narró El País el 6 de septiembre de 1986, que le dedicó la portada y una impactante fotografía instantes después de los hechos. Miguel Ángel yace en el suelo y es llevado en volandas por varios amigos fuera del recinto. La policía ya ha llegado al lugar, pero nadie se imaginaba el final de aquella noche que marcaría un antes y un después para el mundo del heavy metal nacional. Miguel cayó fulminado cuando ni tan siquiera habían salido a actuar Scorpions en el estadio del Rayo Vallecano de Madrid. Durante la actuación del grupo telonero, Michael Schenker Group, se desató una pelea que acabó con su vida. La agresión pasó casi desapercibida y el agresor inicialmente pudo huir. Cuando apareció la policía (que intentó evitar por todos los medios que se fotografiase al herido, golpeando a varios periodistas), se avisó de inmediato a una ambulancia, pero cuando el herido llegó al hospital ya había fallecido.
«Hubo cuarenta heridos. Diecisiete de ellos fueron detenidos y, al día siguiente, pasaron a disposición judicial acusados de desórdenes públicos y atentado a la autoridad. Dos de los detenidos acabaron en prisión provisional»
No fue el único incidente de la gira de Scorpions. En Barcelona, en el campo de fútbol de Sant Andreu, durante todo el concierto, grupos de heavies lanzaron latas al escenario y se enfrentaron a la policía, sobre todo en los exteriores del recinto. No tenían entrada y la confusión era enorme. Cuando los fans que no habían podido acceder oyeron los primeros acordes, intentaron entrar a la fuerza. Acudieron los antidisturbios y se iniciaron los choques en los alrededores entre botes de humo y piedras. Hubo cuarenta heridos. Diecisiete de ellos fueron detenidos y, al día siguiente, pasaron a disposición judicial acusados de desórdenes públicos y atentado a la autoridad. Dos de los detenidos acabaron en prisión provisional.
El heavy metal estaba en su máximo esplendor. Había pasado la primera oleada de bandas pioneras conocidas como la New Wave of British Heavy Metal y grupos como Iron Maiden, Judas Priest o Metallica (aquel año salió su mejor disco, Master of Puppets), entre otros, reinaban en la escena internacional. Slayer habían publicado el rompedor Reign in blood; Megadeth, Peace sells but whos buying; y Helloween, otra de las grandes bandas del momento, habían proclamado su devoción con un tema convertido inmediatamente en himno: «Heavy metal (is the law)».
Al mismo tiempo, en Estados Unidos se había desarrollado una feroz campaña contra el heavy metal. Asociaciones de padres y grupos ultraconservadores afirmaban que se trataba de una música que incitaba a la violencia, oscura y potenciadora de las bajas pasiones. No pasaba semana en que no se publicasen reportajes sobre heavy metal y satanismo. El propio periódico El País, en la noticia que daba cuenta del entierro del fallecido, afirmaba con rotundidad que «los enfrentamientos, peleas y actitudes violentas son frecuentes en los conciertos de heavy metal o rock duro».
«La prensa española no dudó en utilizar los incidentes de la gira de Scorpions para cargar contra los heavies de una forma similar a como se estaba haciendo en otros países»
La muerte del seguidor de Scorpions, un veinteañero fan de la música dura, cayó como un jarro de agua fría en el mundo del heavy metal. Se dijo de todo sobre las causas de la muerte. Más tarde se descubrió y detuvo al autor de la muerte, que resultó ser un militar estadounidense destinado a la base de Torrejón de Ardoz que los heavies rápidamente pasaron a describirlo como un tipo ajeno a su mundo, alguien que en compañía de otros militares había acudido al concierto en busca de bronca. El juicio, que acabaría con la condena del autor a quince años de prisión, se desarrolló en un ambiente de gran tensión, con grupos antimilitaristas apoyando la causa y militares y compañeros del autor acudiendo a la vista.
Un sector de la prensa española no dudó en utilizar los incidentes de la gira de Scorpions para cargar contra los heavies de una forma similar a como se estaba haciendo en otros países. Muchos ayuntamientos decidieron prohibir la presencia de grupos heavies en las fiestas locales. Las televisiones los vetaron. El heavy metal parecía condenado al ostracismo.
En Barcelona, el heavy metal se expandía y hacía fuerte. Pedro Bruque, que ya había tocado en bandas sinfónicas y progresivas como Machine Rock, Abedul e incluso colaborado con Manzanita, era muy conocido en bares y discotecas del ambiente como Quirófano, Metal y Rainbow. Pedro Bruque fue abandonando los sonidos más abiertos para decantarse por una banda de metal, fundando una de las primeras que llegaron a alcanzar renombre: EVO. Posteriormente, funda Tigres de Metal, más tarde Tigres, con los que grabó cuatro discos. Tras la fatídica noche, algo cambió. Cuando sucede el asesinato del fan durante el show de Scorpions, Pedro Bruque decide crear un colectivo en defensa del heavy metal que llamó COHE (Colectivo Heavy Nacional), intentando realizar una contracampaña para frenar el desprestigio hacia el heavy metal. También era un homenaje al primer fan del metal caído en España, Miguel Ángel Rojas. «¡Ya está! ¡Lo tengo claro, vamos a hacer un festival reivindicativo de la no violencia en los conciertos de heavy!», dijo a un amigo, el periodista y manager Ricard Altadill, que afirmó que «a partir de ese momento, su vida giró en torno de tres ejes fundamentales: uno, crear un movimiento que lograra la unión entre los heavies, fuerza determinante para erradicar la violencia en el entorno de nuestro movimiento; y en segundo y tercer lugar, su banda y su pareja». Su energía parecía inagotable. Abrió un apartado de correos y comenzó a contactar con todo tipo de grupos, radios y revistas. Todos se volcaron en el apoyo a la idea de Pedro. «El primer local que ofreció el Ayuntamiento barcelonés fue el Velódromo de Horta; la fecha elegida, el 4 de abril de 1987. Vicente Mariskal Romero, capo del magacín Heavy Rock, dedicó un editorial al concierto, con la publicación de un escrito de Pedro que reclamaba el destierro de los falsos heavy infiltrados que se mezclan entre el público única y exclusivamente para molestar, incordiar, agredir e inclusive llegar a lo más bajo en que puede caer una persona: sacar la navaja a chavales indefensos para robarles la entrada del concierto o arrebatarles el dinero”».
La Vanguardia, al referirse a uno de los primeros concierto contra la mala prensa hacia el heavy metal, y que se celebró en Barcelona, utilizó el siguiente titular: «El “heavy”, pacífico pero duro de vivir».
Entre otras bandas actuaron Bruque, «formación que responde al nombre de un veterano bajista que actuó como gestor de la iniciativa “El heavy no es violencia” con el Área de Joventut. Objetivo: demostrar que este género musical no es el directo responsable de desgraciados incidentes como los producidos el pasado año en Badalona y Madrid (apuñalamiento de un muchacho por un soldado norteamericano) en los conciertos de Scorpions», continuaba diciendo el periódico catalán.
«El COHE tuvo presencia en varias ciudades españolas y alcanzó gran difusión. Por vez primera, el mundo heavy se organizaba»
Con las siglas del COHE, contando con el apoyo de radios, fanzines y revistas especializadas, se organizaron numerosos conciertos bajo el lema «El heavy no es violencia», algo que se mantuvo durante un par de años. Los heavies se organizaban y se imprimieron carteles y camisetas con el ya famoso lema. «Yo no considero que esté haciendo algo excepcional, simplemente alguien tenía que empezar la tarea y me ha tocado a mi… Es hora de que la sociedad que nos rechaza se entere de que somos gente normal, que tenemos novia, buscamos piso, tratamos de mejorar nuestro status social y económico como cualquier otra persona», declaró en aquellas fechas. El COHE tuvo presencia en varias ciudades españolas y alcanzó gran difusión. Por vez primera, el mundo heavy se organizaba. En marzo de 1989, Pedro Bruque concedió una entrevista para Attack TV en la que habló del colectivo (a partir del minuto 2:00), afirmado que ya eran más de siete mil los afiliados.
Las giras de «El heavy no es violencia» juntaron a las bandas más emblemáticas, como Obús, Ángeles del Infierno, Muro, Sangre Azul, Ñu, Acero, Fuck Off, Estirpe, Badana, Últimos de Cuba, Aspid o Leize, entre muchos otros. Sin embargo, un sector de la prensa intentó boicotear la iniciativa: «Está claro que el rock “heavy” no es en sí mismo engendrador de violencia ni es intrínsecamente violento el público habitual de los conciertos, pero no se puede ocultar que los disturbios vandálicos se producen justamente en torno de los conciertos “heavy”», afirmó en otro artículo La Vanguardia.
La campaña necesitaba su banda sonora, el himno que definiera aquel momento. En 1988, mientras el colectivo crecía y aglutinaba más bandas, Pedro, al frente de su banda Bruque, publicaron En mitad del camino, con el sello Justine, donde recogió el gran himno del heavy español, la canción «El heavy no es violencia», convertida ya en manifiesto vital de una escena que se sentía fuerte y unida, y que había sido publicada como single un poco antes durante uno de los conciertos organizados por el COHE. Además, la canción estaba grabada en directo para dar protagonismo a los fans, los verdaderos protagonistas de la cruzada heavy contra la criminalización de su estilo de vida. Se enfrentaba a los «infiltrados» y falsos heavies. La letra decía:
No pienses mal si dudo de ti.
No eres imparcial, no sé con qué fin.
No acuses nunca a todos por igual,
Sin ser objetivo no puedes juzgar.
Dices que somos carne de cañón.
Son solo historias, no tienes razón.
Nuestro refugio no es la oscuridad,
No empuñamos armas para atacar.
No, no, no
El heavy no es violencia.
No, no, no
El heavy no es violencia.
Nuestra movida es la solución
Para acabar con la marginación.
Todos unidos lo podremos conseguir,
La violencia en el heavy no debe existir.
Los falsos heavies, los infiltrados
Ya no podrán hacer más daño.
En cualquier parte, en cualquier ciudad,
La semilla del heavy crece sin parar.
Ricard Altadill impulsó un homenaje a la labor y entrega de Pedro Bruque, a quien recuerda entregado a la causa: «No hubo ninguna carta que la olivetti de Pedro dejara sin contestar; una a una las respondía todas, y si el colega en cuestión no le había enviado sellos, los ponía él de su bolsillo. Hizo un carné para acreditar a los socios. Esperaba que, con este distintivo, los socios tuvieran descuentos y ciertos privilegios en tiendas [...]. Las facturas de teléfono fueron guapas... No hay espacio suficiente para describir la entrega con que este hombre se dedicó a la causa».
Así que amigos y amigas, cuando escuchéis otro de los grandes temas que tanto nos gustan, «El heavy no es violencia», la parodia punk firmada por HHH acerca de la gesta de Pedro Bruque, pensad en el COHE, en los esfuerzos de los metaleros, en su causa justa. Para entonces, Pedro había fallecido prematuramente de un tumor cerebral, pero su legado y, sobre todo, esa hermosa y grandiosa frase tan repetida («El heavy no es violencia»), ya había pasado a la historia, entre el mito y el esfuerzo, la entrega y la fortaleza del universo del inquebrantable heavy metal.