La historia secreta de Rita Hayworth en Lavapiés
/La ascendencia de la famosa actriz nació en la madrileña calle de la Encomienda a comienzos del siglo pasado. La calle formaba parte de nuestro particular pequeño barrio chino. Su abuelo daba clases de baile entre cafés cantantes y locura noctámbula cuyos rastros pueden seguirse hoy
Madrid, a comienzos del siglo pasado, era un lugar oscuro y lleno de contrastes. Sus bajos fondos, las llamadas calles «tenebrosas», se repartían de forma más o menos desordenada. A diferencia de otras ciudades como Londres o París, sus bajos fondos estaban también en el mismo centro. Las calles aledañas a Montera, especialmente La Marina, donde estaba alguno de los cafés cantantes más conflictivos, así como las que nacían de la por entonces Acera Ancha de San Bernardo —hoy la zona de la plaza de los Mostenses— concentraban una interminable sucesión de antros, casas de dormir, prostíbulos, tiendas de viejo y de objetos imposibles. A un paso de aquel Madrid más o menos lujoso, de tertulias modernistas y teatros, se levantaba la otra ciudad. No tuvimos un barrio chino como el de Barcelona, auténtico paradigma en toda Europa y un continuo foco de atracción para escritores, artistas, bohemios y no pocos turistas, que se paseaban por esas mismas calles igual que lo harían Jean Genet y tantos otros.
Nuestro barrio chino era pequeño pero igualmente fascinante, y estaba repartido por varias calles del alto de Lavapiés, justo en el nacimiento de la calle Magdalena y de la plaza de Cascorro, entonces llamada Nicolás Salmerón, donde la empinada Ribera de Curtidores, su continuación, estaba taponada por una hilera de casuchas miserables conocidas como el «tapón del rastro». El visitante sentía que había abandonado una ciudad y entraba en otra, en una ciudadela oscura, y debía girar a la derecha para penetrar en el callejón del Cuervo, justo donde hoy se levanta la estatua de Cascorro, para serpentear por una sucesión de callejuelas angostas y sucias, el inicio del famoso Rastro, entonces nada multitudinario.
NUESTRO PEQUEÑO BARRIO CHINO
«Una de las calles más activas y dedicada al submundo de los bajos fondos fue Encomienda, que junto con Juanelo y Esgrima fueron nuestro pequeño barrio chino»
El llamado «tapón del rastro» tenía una fama sucia y peligrosa. Los vecinos, durante años, protestaron por las continuas riñas y suciedad de la zona. Muchas de sus casas eran de mal vivir, como el cafetín del Manco, cuyos clientes habituales eran toda clase de maleantes y noctámbulos. Allí nacieron burlescas frases como «al del hongo, ¿qué le pongo?».
Sin embargo, antes de aquel lugar, una de las calles más activas y dedicada al submundo de los bajos fondos fue Encomienda, que junto con Juanelo y Esgrima fueron nuestro pequeño barrio chino. En Encomienda, en su nº 16, estuvo el Cine Encomienda, antes Teatro Nuevo y, más tarde, en los cincuenta, Cine Odeón. Hasta hace poco, justo en los años anteriores al definitivo derribo de su edificio, fue un local okupado. Una foto de la posguerra (más abajo) resulta terrible: un enjambre de chicos de la calle, algunos con muletas, posan en sus escaleras. La guerra ha hecho estragos con esa generación nacida en medio de los bombardeos. Algunos están marcados. Fue en este cine, uno de los primeros en la capital, donde los vecinos de Lavapiés vieron las primeras películas y soñaron con imitar a sus héroes y heroínas.
Casi enfrente aún se conserva un local que en su momento fue enclave del Madrid bullanguero y «salvaje»: el Café de La Encomienda, en el número 21, hoy una tahona que no obstante tiene su fachada casi igual que hace un siglo. Este café cantante lo nombra Pío Baroja en La busca. Actuaban cantaores y bailaores de todo pelaje entre un público dado a los excesos. Uno de sus artistas más singulares y famosos fue Baltasar Mathé, que tenía ambas piernas amputadas pero que era un gran bailarín y llegó a actuar por media Europa, tal y como se muestra en el interesante blog Antiguos Cafés de Madrid.
LA ODISEA DE CANSINO AVECILLA
Pero un poco antes, en el número 10, un profesor de baile flamenco llamado Antonio Cansino Avecilla tuvo su estudio en 1911. Cansino Avecilla fue el fundador de una estirpe de grandes artistas. Además, tenía vínculos familiares con un grande de la vanguardia y las tertulias en Madrid, en el Café Colonial, Rafael Cansinos Assens, uno de los fundadores del ultraísmo. Dos años más tarde cruzó el Atlántico y llegó a Estados Unidos en busca de una fama que no se le resistió a su nieta, Margarita Carmen Cansino, que había comenzado su carrera con el nombre de Rita Cansino, y que sería conocida mundialmente como Rita Hayworth, la protagonista de películas como Gilda y La dama de Shanghai, entre otras. Hayworth nació en Brooklyn el 17 de octubre de 1918. Su padre, hijo de Cansino Avecilla, era el bailarín sevillano Eduardo Cansino, natural de Castillejo de la Cuesta, y su esposa la también bailarina Volga Cansino, que actuaba en la revista musical de Ziegfeld Follies. La familia Hayworth, tras el periplo iniciado en Lavapiés, emigraron de la costa Este a la Oeste, a la floreciente California, adonde llegaron en 1927 y, una vez allí, abrieron una escuela de baile (Dancing Cansinos), tal y como había hecho su padre. Poco a poco Hayworth, entre abusos paternos y tormentos varios, fue entrando en la por entonces incipiente industria del cine, hasta lograr grandes papeles y una fama estratosférica. La ayudó un español, el compositor José Iturbi, y también varios diplomáticos también españoles.
HAYWORTH VISITA ESPAÑA
En los años cincuenta la calle Encomienda tenía un aspecto muy diferente al de décadas atrás. Eran los durísimos años de la posguerra y acababa de abrir el Cine Odeón, aunque los vecinos más ancianos recordaban a su abuelo y la academia de baile. El 26 de noviembre de 1950, Hayworth visitó Madrid junto a su marido, el príncipe Alí Khan, y su productor, Samuel Bronston. En realidad pasaron por Madrid, hospedándose en el Ritz, de camino a Andalucía. Antes, en septiembre, habían estado en Murcia, en una visita casi secreta de la que prácticamente nadie tuvo conocimiento. Llegaron a nuestro país por casualidad debido a una tormenta que les obligó, cuando sobrevolaban Orán, a tomar tierra cuanto antes mientras viajaban en su avioneta privada.
La segunda visita movilizó a decenas de periodistas. La actriz, mundialmente famosa, fue a los toros, paseó por el centro y visitó algunas bodegas y tablaos flamencos, para luego visitar Málaga y Sevilla, donde les esperaba su abuelo, el gran inspirador, Cansino Avecilla.