La primera víctima mortal del fascismo tenía nombre de mujer
/Las milicias falangistas se habían fortalecido y se vivían continuos choques en las calles entre estos y simpatizantes comunistas y anarquistas. Había que ir armado. Los pistoleros de la Falange de Sangre, que a partir de abril de 1934 se hicieron aún más fuertes con la fusión de las JONS, planificaron ataques sistemáticos contra grupos de izquierdistas, como el frustrado del 10 de junio de aquel año, cuando atacaron en El Pardo a un grupo de excursionistas pertenecientes a las Juventudes Socialistas, entre los que se encontraba Juanita Rico. El ataque, sin embargo, fue un desastre y Juan Cuellar, un jovencísimo militante falangista, tras ser desarmado, fue asesinado.
«La violencia del tristemente célebre Ansaldo, jefe de la Falange de Sangre, contra la izquierda, no tenía límite. Al mes siguiente, en julio, fue descubierto un plan cuyo objetivo era dinamitar la sede de las Juventudes Socialistas»
La escalada de tensión había alcanzado su punto álgido a comienzos de año. En enero se publicó el segundo número de la revista de La Falange. Sus vendedores, que eran militantes, iban armados, o seguidos de cerca por grupos de pistoleros fascistas. En Madrid, en el barrio obrero de Cuatro Caminos, hubo repetidas refriegas entre los vendedores falangistas y sus rivales. En numerosas ocasiones, las batallas se producían en plena calle y a cara descubierta, hasta que los Guardias de Asalto intervenían contundentemente para ponerles fin. Ese mes se detuvo a tres comunistas y a ocho falangistas, a los que les incautaron varias porras. Otros cuatro jóvenes tuvieron que ser asistidos por lesiones en la Casa de Socorro. En la Puerta del Sol, la revista se voceaba en la llamada «acera roja», lugar habitual de encuentro entre obreros e izquierdistas. Pero la situación adquirió otra dimensión más cruenta cuando apareció el mismo Primo de Rivera, por supuesto rodeado de militantes armados. El choque fue inevitable, y Primo de Rivera llegó a sacar una pistola encañonando con ella a sus adversarios.
La violencia del tristemente célebre Ansaldo, jefe de la Falange de Sangre, contra la izquierda, no tenía límite. Al mes siguiente, en julio, fue descubierto un plan cuyo objetivo era dinamitar la sede de las Juventudes Socialistas por medio de 50 kilos de dinamita. Previamente, sospechando que se trataba de un informador y al más puro estilo de Nechayev, mataron a uno de sus colegas. Cerca de ochenta falangistas fueron detenidos. José Antonio no tuvo más remedio que expulsar a Ansaldo. Tras pasar varias semanas en prisión, los falangistas fueron puestos en libertad.
Juanita Rico Hernández fue la primera víctima mortal de la preguerra civil, la primera asesinada a manos del fascismo. Tras el frustrado ataque en El Pardo, y lo sucedido al falangista Cuellar, los hombres de Ansaldo se prepararon, casi sin meditarlo demasiado, para una venganza ejemplar. A bordo de un coche, se dirigieron a las inmediaciones del mercado de Olavide, inaugurado en enero de aquel año, situado en la plaza del mismo nombre y derribado, mediante voladura, a comienzos de los años setenta. La familia Rico tenía un puesto de verduras en el mercado, regentado por su padre, que era ayudado por sus tres hijos. Juanita Rico había sido, al parecer, identificada entre los integrantes del grupo que repelió el ataque falangista y atacó a Cuellar. Dos coches aparcaron en la calle del Cardenal Cisneros, a la altura de la casa número 61, esquina con la calle Eloy Gonzalo. El tiroteo fue intenso. A la mañana siguiente, todo el mundo pudo ver los impactos que se repartían por toda la zona, sobre todo en la fachada de una tienda de tejidos, cuyos agujeros de bala se mantuvieron visibles durante años.
Los pistoleros, cuando daban las nueve de la noche, dispararon a bocajarro contra ella y sus dos hermanos, Ángel y Lino. Juanita cayó herida, falleciendo días más tarde, el 21 de ese mes. Uno de sus hermanos resultó herido, quedando impedido de por vida.
Los hechos sacudieron Madrid. Sorprendentemente, tan solo hubo un imputado, un aristócrata llamado Alfonso Merry del Val, perteneciente a una de las familias más poderosas del país (el apellido sigue ostentado un poderío económico enorme), y que fue absuelto por falta de pruebas. Como venía siendo habitual, fue defendido por Primo de Rivera entre fuertes medidas de seguridad, con policías y guardias de asalto apostados en la calle para evitar choques entre fascistas y antifascistas. La estrategia de la defensa fue presentar a Juanita como una «salvaje» socialista, llegando a decirse que, tras presuntamente matar a Cuellar, se había sentado y orinado sobre este. Del Val había conducido el coche que transportó a los pistoleros, e incluso hubo quien señaló a la misma Pilar Primo de Rivera entre las ocupantes del vehículo.
El funeral por Juanita fue multitudinario y paralizó la ciudad, desfilando ante su féretro cerca de diez mil personas, entre las que se contaban varias miles de obreras madrileñas. El socialista Wensceslao Carrillo, ante el féretro, pronunció un discurso. Rafael Alberti dedicaría uno de sus poemas a Juanita.
Cuando estalló la guerra civil, el nombre de Juanita Rico se convirtió en un símbolo de los antifascistas, llamándose así desde grupos de acción hasta carros blindados. La compañía «Juanita Rico», por ejemplo, formada en su mayoría por comunistas y socialistas, fue creada en Yecla en 1936.
El 11 de agosto esta Compañía se integró a la Brigada de la Victoria, compuesta por 400 veteranos de las primeras Compañías de Acero y milicianos de Vallecas. Entró en combate en Guadarrama y Peguerinos, hasta que el 15 de septiembre se trasladó a Talavera. Aquí, desde el día 20, participó en la reorganización del frente junto al Tercer Grupo de Asalto de Burillo y los batallones Thälmann, Pasionaria y Largo Caballero. Posteriormente se convirtió en el Segundo Batallón de la 1ª Brigada Mixta de Lister.