Aquellos peluqueros armados que defendieron la capital


Durante la Guerra Civil los peluqueros defendieron Madrid del asedio fascista con las armas en la mano. Se llamaron Batallón de los Fígaros. Otros gremios hicieron lo mismo. Los matarifes formaron el de los Leones Rojos y el de maestros el Batallón de La Pluma

Max Aub los vio pelear con uñas y dientes. Eran cuatrocientos hombres, todos ellos peluqueros, que tras el alzamiento militar formaron un gran batallón llamado Fígaro, quizás como homenaje al romántico y suicida Larra. Porque lo que ellos hacían era casi suicida: defendían el Puente de los Franceses de los mercenarios marroquíes, que ya casi acariciaban el centro de la capital, con solo cincuenta fusiles. Aub, en Campo Abierto, los ve sin miedo avanzar a la muerte. Incluso tiene tiempo para el sarcasmo. Aquellos peluqueros iban sin afeitar y con el pelo revuelto: «Están todos sin afeitar, cuando se ha visto peluqueros sin afeitar, pero cuando se ha visto tantos peluqueros formando un batallón, el batallón de los fígaros. Está bien, es un buen nombre, son cuatrocientos y tienen ciento cincuenta fusiles y ciento cincuenta cartuchos». Junto a ellos otros gremios se han echado a las calles con las armas que tienen a mano. Los matarifes han formado el de los Leones Rojos y los maestros el Batallón de La Pluma. Es la guerra.

Grupos de civiles y milicianos durante la defensa de Madrid en noviembre de 1936. | Anónimo, MECD. CDMH

Grupos de civiles y milicianos durante la defensa de Madrid en noviembre de 1936. | Anónimo, MECD. CDMH

Imagen tomada por el médico Fernando Silván desde la Escuela de Agrónomos, en poder de los franquistas. A la izquierda, al fondo, la facultad de Medicina; a la derecha, Odontología. Ambas eran posiciones republicanas.

Imagen tomada por el médico Fernando Silván desde la Escuela de Agrónomos, en poder de los franquistas. A la izquierda, al fondo, la facultad de Medicina; a la derecha, Odontología. Ambas eran posiciones republicanas.

Uno de los peluqueros en armas fue Elías Torres Marugán, socialista y militante de UGT que tenía su propio negocio de corte y afeitado para caballeros en la plaza Luca de Tena número 7. Marugán estuvo en las primeras acometidas y, más tarde, en el infierno que fueron los combates en Ciudad Universitaria, perdió el ojo izquierdo. Luego pasó a trabajar en servicios auxiliares en el Batallón de Retaguardia nº 1 en Madrid. Al finalizar la guerra, tras pasar quince días en un campo de reclusión, volvió a su peluquería. Fue detenido en febrero de 1942 y pasó por las prisiones de Conde de Peñalver y Porlier hasta que fue puesto en libertad en agosto de ese mismo año al ser sobreseída su causa. Formó parte de la organización socialista clandestina de Madrid, perteneciendo al Sector Sur de la AS de Madrid y al Grupo Socialista de Peluqueros. Su calvario de detenciones y castigos no acabó ahí. Fue nuevamente detenido tres años más tarde, en marzo de 1945, en la redada que desarticuló la Primera Comisión Ejecutiva del PSOE en el interior. Marugán sufrió un Consejo de Guerra en Alcalá de Henares, del que fue condenado a seis meses de prisión. Marugán, incansable, volvió a ser detenido en enero de 1947 al producirse la desmantelación del Grupo Socialista de Peluqueros, y condenado a 5 años de cárcel en Consejo de Guerra celebrado en Ocaña (Toledo) el 22 de octubre de 1948.

Un aspecto de las trincheras en Ciudad Universitaria

Un aspecto de las trincheras en Ciudad Universitaria

Lo mismo que Juan Blanco Pérez, otro peluquero veterano que llegó a ser el capitán del Batallón. Tras la contienda, fue un empresario pionero en las peluquerías unisex en nuestro país. En 1924 estableció junto a su mujer un doble local de salón de señoras y peluquería-barbería de caballeros. Tras sufrir la posguerra y la represión, pasando por numerosas cárceles, al salir en libertad junto a sus hijos creó la cadena de peluquerías Hermanos Blanco, que hoy tiene su principal establecimiento en la calle Fernán González número 21.

Son nombres para la memoria de los vencidos. También de los caídos, como las decenas de peluqueros que murieron en combate. Uno de ellos, el anarquista Francisco Ramón de la Torre, que con solo 27 años cayó en las refriegas de Ciudad Universitaria.